Este mes, en la Revista Psicología y Mente, podemos leer a nuestro director de Vitaliza, Javier Elcarte, hablando sobre la diferencia entre TOC de suicidio y los pensamientos suicidas:
De todos es sabido que la incidencia de episodios autolíticos y de suicidios consumados se ha incrementado enormemente en nuestro país, incremento casi exponencial a raíz de la pandemia en la que aún estamos inmersos.
Las cifras no dejan lugar a dudas. Los datos referidos al año 2020 refieren que se quitaron la vida en nuestro país 3.941 personas. La cifra más alta nunca vista. Es decir, a día de hoy, en España, una persona se quita la vida cada 2 horas y cuarto. 11 personas al día.
Durante años se ha corrido un tupido velo sobre esta realidad, escondiendo datos y noticias al respecto, en aras de no propiciar el llamado efecto llamada. El problema existía, pero, al igual que sucede con los abusos sexuales en la infancia, se mantenía en un limbo.
Esta lacra, por otro lado, es mundial, no solo nacional y finalmente, a lo largo del 2021, se ha levantado ese velo y se ha comenzado a hablar sin tapujos del suicidio, con la declaración del día mundial de la prevención del suicidio, concretamente el 10 de septiembre.
En la misma línea se ha activado recientemente en el sistema público, a nivel nacional, un servicio de atención y prevención del suicidio, accesible anónimamente a través del 024. La idea no es otra que dejar de considerar el suicidio como tema tabú y comenzar a hablar de ello con naturalidad, lo cual está demostrado que provoca un gran efecto preventivo.
Llegados a este punto nos preguntamos: “¿Qué son los pensamientos suicidas? Se consideran pensamientos suicidas todos aquellos pensamientos que tiene un individuo, referentes a quitarse la vida de forma intencional y planificada. Muy importante diferenciar los pensamientos suicidas, del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo de Suicidio. Si no se comprende bien esta diferencia puede resultar confuso para las familias e incluso para los profesionales.
Abordaremos en primer lugar el TOC del suicidio. Es natural que las personas tengan un pensamiento ocasional de suicidio. Muchos de nosotros nos hemos imaginado alguna vez estrellándonos con el coche, saltando del tren o cortándonos las venas, sin llegar a quedarnos enganchados en estos pensamientos.
Sin embargo, para las personas con TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) estos pensamientos suicidas pueden llegar a convertirse en una obsesión. Llegan a obsesionarse tanto con estos pensamientos autolíticos que acaban por crear un “bucle” mental terrible, con ideas cada vez más pavorosas y recurrentes. Finalmente, es tanto el miedo, que terminan por no atreverse a estar solos.
Las obsesiones más comunes en el TOC del suicidio serían: el miedo en sí a suicidarse, el pensar constantemente en mil y una manera de hacerlo y el miedo a caer en depresión, lo cual podría provocar, a su vez, el hecho de quitarse la vida.
Todo ello acaba, indefectiblemente, abocando a una reflexión constante, interminable, en un intento de comparar y comprobar si, finalmente, actuarían tal y como predicen sus pensamientos. Es una especie de búsqueda desesperada de respuestas a sus terribles pensamientos, incluyendo claro está, todo tipo de pesquisas e indagación, sobre formas y maneras de suicidio ya consumados en otras personas.
Es muy importante comprender, para estas personas, así como para familiares y terapeutas, que el hecho de pensar reiterada y obsesivamente sobre el suicidio no lo hace más probable. Esto es algo completamente falso.
Debemos recordar una y otra vez que los pensamientos suicidas son premeditados e intencionales. Mientras que, en el TOC de suicidio, la persona tiene miedo a suicidarse. Es decir, es al revés. Y claro, como en todo miedo anticipatorio, los pensamientos actuarán como herramienta preventiva, precisamente, para no suicidarse.
Es decir, la persona que se obsesiona con ello tiene miedo a suicidarse, tiene miedo incluso a tener pensamientos sobre suicidio, lo cual hace que se aleje de todos los escenarios que su mente atormentada proyecta.
Ello no es óbice, por supuesto, para banalizar este problema. El TOC del suicidio resulta en muchas ocasiones devastador, con un desgaste anímico y energético desmesurado en quien lo sufre y con correlatos de ansiedad, así como quiebres anímicos que pueden derivar en depresiones severas y recurrentes.
Hecha esta distinción entre TOC de suicidio y pensamientos suicidas, reiteramos que estos, las ideas suicidas, se refieren al hecho de pensar o planear un suicido. Hablamos ahora de pensamientos deliberados, no obsesivos. Y pueden ir desde elaborar un plan detallado hasta tener un impulso pasajero.
De todas maneras, en ningún caso, el pensamiento suicida implica, per se, el acto final del suicidio. Sin caer en simplismos fáciles, debemos resaltar que son muchas las personas que experimentan pensamientos suicidas a lo largo de su vida, ya sea en algún momento especialmente dura, en situaciones de estrés severo o en situaciones de deterioro de salud mental o física.
Debajo de estos pensamientos siempre subyace un problema u otro. Y debemos ser optimistas terapéuticamente hablando. Caso de llegar al problema, el tratamiento es efectivo en muchos casos, pero el primer paso, claro está, es siempre pedir ayuda. Y esto es lo más difícil en realidad.
Por eso es importante que, si escuchamos a un ser querido hablar sobre el suicidio, no de manera obsesiva como el TOC, es esencial hacer todo lo que podamos para estar presentes a su lado, de una manera delicada y consciente.
Si vemos que ese ser querido o cercano comienza a hablar de suicidio o de muerte, o a lamentar con frecuencia haber nacido o el hecho de haber nacido. Si manifiesta sentirse atrapado, sin salida, desesperanzado, sufriendo un dolor emocional terrible, o bien muestra cambios de humor extremos, mostrar agitación, niveles ansiógenos extremos, depresión o ataques de pánico. Incluso si lo vemos como “ido”, fuera de sitio, con dificultades para la concentración, estemos atentos, son posibles señales de alerta.
Existen, obviamente, señales más claras, del tipo, conseguir armas de fuego o substancias susceptible de acabar con la vida de una persona. Aislarse de los demás, sentirse una carga para todos, y hablar o despedirse de nosotros como si ya nunca fuésemos a volver a verlos. A veces se observa en ellos remordimiento y autocrítica muy muy severa.
Aunque también hay otras señales mucho más sutiles, como, por ejemplo, empezar de pronto a poner sus asuntos vitales en orden y comenzar a regalar cosas. Siendo muy típico también el aislarse de los demás y hacer notar que se siente una carga para todos.
En cualquier caso, a pesar de lo terrible de ambos, tanto en el TOC de suicidio, como en los pensamientos suicidas, si detectamos la alarma a tiempo y conectamos con la persona, la terapia es muy agradecida. No debemos nunca olvidar que, al fin y al cabo, detrás de todo suicidio o intento autolítico subyace en mayor o menor medida un cierto “vacío afectivo”, por lo que lo más importante de inicio, y a lo largo de todo el proceso es la “presencia”, el acompañamiento real y humano, tanto de familiares como de terapeutas.
Autor: Javier Elcarte, psicólogo especialista en trauma. Fundador y director de Vitaliza
Puedes leer el artículo original en la Revista Psicología y Mente: https://psicologiaymente.com/clinica/toc-suicidio-pensamientos-suicidas