Coping y regulación emocional
A la hora de estudiar la manera en que las personas manejan sus emociones existen dos tradiciones. Por un lado, encontramos el enfoque desde las estrategias de afrontamiento o coping y por otro el estudio desde la capacidad de regular las propias emociones.
La primera proviene de la psicología social y define el coping como la conciencia y los esfuerzos del individuo para regular una emoción, una cognición, una conducta, la propia fisiología y el entorno en respuesta a un evento o circunstancia estresante. Se trata de un proceso regulador en una serie de contextos que conllevan estrés.
La segunda se refiere a un proceso a través del cual los sujetos modulan sus emociones, consciente e inconscientemente para responder adecuadamente a demandas del entorno. Las emociones para considerarse adaptativas deben ser flexibles, adaptadas a las situaciones y objetivos de la persona y el nivel de activación debe ser ajustado de tal manera que sea suficiente, manejable y tolerable. De esta forma, la modulación que los sujetos hacen de sus emociones se da a nivel de intensidad y duración de la experiencia y de expresión de la emoción, teniendo un sentido funcional. Entendiendo este tipo de regulación como un constructo multidimensional en el que se incluye la regulación de los afectos (en concreto la inestabilidad emocional y la intensidad de expresión de las emociones) y la regulación conductual y de la atención.
Ambas pueden ser tenidas en cuenta complementariamente para una mejor comprensión de la manera en que los individuos se relacionan emocionalmente con su entorno. De hecho, algunos autores han tratado de equiparar los términos empleados por ambos enfoques.
Por lo que respecta a la regulación emocional y el tema que nos ocupa, las dificultades para regular las emociones se asocian con conductas de riesgo como consumo de alcohol, tabaco u otras drogas, lo cual también ocurre con las conductas sexuales.
Dinámicas psicológicas ligadas a conductas sexuales de riesgo
Al igual que sucede con el apego y teniendo en cuenta que las emociones se ven relacionadas con una serie de aspectos de índole sexual, la regulación emocional tiene una importancia clave en la salud psicosexual. El deseo sexual como emoción debe ser regulado y problemas en su regulación se ven también relacionados con comportamientos sexuales de riesgo. Consecuentemente, los jóvenes que tienen problemas de regulación emocional refieren falta de prevención de ITS, especialmente en momentos que propician una mayor activación emocional.
Así, problemas en la regulación emocional, además de una pobre conciencia emocional en la mediana infancia se asocian con un número más elevado de parejas sexuales, mayor frecuencia de conductas sexuales y mayores conductas sexuales de riesgo en la adolescencia. Además, hay estudios longitudinales en los que se observa cómo la regulación emocional constituye un factor predictor relevante sobre los niveles de riesgo sexual a lo largo de la adolescencia.
Una forma disfuncional de lidiar con las emociones
Otra vía de relación entre ambas variables es la utilización de la sexualidad para regular y afrontar las situaciones emocionalmente estresantes.
Existe constancia de que entre los adolescentes con dificultades de regulación emocional es frecuente la utilización del sexo y otros comportamientos como el consumo de alcohol para aliviar sus estados emocionales negativos, lo cual puede precipitar contactos sexuales desprotegidos. En esta línea, aquellos adolescentes que emplearon el sexo como manera de regular las emociones negativas tenían mayor número de parejas sexuales exponiéndose más a ITS y embarazos no deseados. Estos sujetos también participan más en potenciales actividades de riesgo como el intercambio de textos y fotos explícitas de contenido sexual de la propia persona.
Estrategias eficaces y estrategias de autosabotaje
Como acabamos de ver, hay evidencia de que las dificultades en la regulación emocional se ven asociadas a conductas de riesgo en general y a conductas sexuales de riesgo en particular. Pero también podemos poner el foco de atención sobre la manera en que los adolescentes afrontan sus emociones.
En la literatura sobre afrontamiento podemos diferenciar, entre otros, dos tipos de estrategias: adaptativas o productivas, por un lado, y desadaptativas o improductivas, por otro. De esta manera, las personas con falta de habilidades de coping efectivo podrían utilizar conductas de riesgo para suplir sus déficits de regulación emocional.
Una de las estrategias de afrontamiento consideradas poco adaptativas son las de evitación. Es decir, evitar hacer frente al problema, evadirse del mismo, negándolo o delegando su solución en factores externos. Los adolescentes que emplean esta clase de estrategias muestran menor bienestar psicológico y refieren estrategias relacionadas con la autoinculpación, reserva del problema para uno/a mismo/a, ignorar el problema o reducir la tensión con otras actividades. Este suele ser el caso, de personas con estilo de apego evitativo y pone de manifiesto el intento de sentirse mejor por medio de actividades que disminuyen el estrés, como puede ser la ingesta de alcohol. Se trata de recursos de carácter evasivo en los cuales el adolescente no asume un rol activo.
En cambio, quienes mejor bienestar psicológico tienen emplean estrategias de afrontamiento activas, se concentran en la resolución del problema, buscan apoyo social y se fijan en lo positivo. Toman en cuenta diferentes puntos de vista para solucionar los problemas, mostrando flexibilidad cognitiva. Entre éstos se da una mayor búsqueda de apoyo social, lo que sirve de contención al joven para afrontar exitosamente las situaciones de la vida cotidiana y asumir menos riesgos.
Entre las mencionadas estrategias de evitación, evasión o reducción de la tensión mediante otras actividades tenemos el consumo de alcohol y otras drogas o la realización de actividades sexuales; conductas que, como se ha comentado, pueden guardar relación.
En conclusión
Tener sexo como manera de afrontar las “emociones negativas” o estados emocionales intensos se asocia con mayores conductas sexuales de riesgo. Además, realizar conductas arriesgadas tempranas, sobre todo si se tiene poco apoyo social, puede llevar a desarrollar patrones desadaptativos de coping. Y en todo esto, tiene mucho que ver el estilo de apego desarrollado, el cual si es seguro fomenta una adecuada regulación emocional y herramientas de afrontamiento adaptativas que permiten al individuo involucrarse en menos situaciones de riesgo.
Autor: Borja Luque, Psicólogo General Sanitario y Sexólogo en Vitaliza Psicología de la Salud.