El miedo es la emoción más primaria, más profunda, más radical (de raíz) porque es la que ha permitido sobrevivir a cada individuo y a la especie a lo largo de la historia de la humanidad.
En la sociedad actual, casi nunca responde a peligros reales y presentes, si no que es el resultado de anticipar posibles situaciones negativas, muchas veces improbables, creyendo que tendrán terribles consecuencias, que casi nunca lo son tanto, y que estaremos solos e inermes ante esas circunstancias, lo que casi nunca es cierto.
Podemos pensar que lo contrario al miedo son las expectativas. Si lo primero es anticipar la catástrofe, lo segundo es anhelar el mejor de los resultados. La expectativa tiene que ver con el deseo, con pensar que seremos felices cuando se produzca ese resultado, entender que necesitamos para nuestro bienestar que suceda eso que queremos.
La expectativa es casi tan mala como el miedo. Porque, si no se produce el resultado esperado llega la decepción y la frustración. Y, si se alcanza lo deseado, puede llegar el orgullo y, seguro, inmediatamente una nueva expectativa, acompañada de la inevitable ansiedad.
Miedo y expectativa sitúan el poder fuera de nosotros (son la aversión y el deseo en el pensamiento budista), haciendo depender nuestro bienestar en función del resultado, el cual siempre es función de muchos factores, la mayor parte externos. Situamos el poder fuera de nosotros.
Frente al miedo y la expectativa, propongo elegir la esperanza. La esperanza se basa en la confianza. En una doble confianza. Por un lado, confiamos en que ocurra aquello que deseamos. Por el otro, sabemos que, si no ocurre, aceptaremos la situación, sabremos que será algo pasajero, y mantendremos nuestra confianza en el futuro.
Sin miedo y sin expectativas, que nos paralizan o nos generan ansiedad, ejerzamos la esperanza que nos da la motivación para poner todo de nuestra parte, confiando en nosotros mismos. Y sabiendo que, ocurra lo que ocurra, la esperanza, en sí misma, no solo nos sitúa mejor para el futuro, si no que nos permite vivir y disfrutar del presente.
Autor: Javier Valls