18/01/2021

IRA (Javier Valls)

Como toda emoción, la ira es un resultado evolutivo y, por tanto, surgió y se conservó
porque nos ayudaba a sobrevivir. Su función básica era detectar amenazas y
enfrentarlas atacando agresivamente. Para defendernos a nosotros mismos, a nuestras
crías, a nuestro grupo social, para afrontar las injusticias que comprometían la
cohesión social.
Hoy en día, la ira sigue siendo funcional para detectar amenazas e injusticias, pero es
una pésima estrategia de respuesta. Cuando nos secuestra, ya no existe la razón, ni el
discernimiento, ni la inhibición, ni la conexión, solo una furia cargada de una enorme
energía física y del apagado de nuestras funciones cerebrales superiores. Y la
consecuencia es que haremos daño, que atacaremos agresivamente, que lo que
hagamos no contribuirá a resolver ningún problema y que, cuando la tempestad se
calme, la culpa nos devorará.

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Solo cabe entrenar la consciencia de nosotros mismos para detectar la ira en su inicio,
antes de que nos perdamos en ella, y retirarnos para no causar daño y no empeorar la
situación. Tal vez nos calme respirar conscientemente o, si ya ni eso nos resulta
posible, necesitemos canalizar la brutal energía física corriendo, saltando o golpeando
un colchón.
Será entonces, cuando nuestro cuerpo se desactive y se reactive nuestra corteza
cerebral, cuando podremos analizar y afrontar, inteligente y sensatamente, la situación
que interpretamos como amenaza.
Y después, nos quedará entender por qué ese algo lo interpretamos como amenaza y
disparó nuestra ira. Y para eso deberemos mirar en nuestro interior con mucha
compasión. Tal vez, encontremos la vergüenza oculta tras la violencia porque la
amenaza solo era contra un ego que se siente indigno. Puede ser que la ira surgiera
para no vivir otras emociones que nos hacen sentir vulnerables y no toleramos esa
sensación. A lo mejor, somos capaces de descubrir el miedo profundo que se esconde
tras cualquier sensación de amenaza.
Ver y comprender la ira la convertirá en una amiga que nos hablará de nuestro yo más
profundo. En el camino de la vida, para algunos, ese paso nos resulta tan difícil como
necesario.

 

Javier Valls