Se me ocurre pensar dado el momento de crisis y miedo actuales en algo que pueda aportar cierta esperanza de cara a lo que esté por venir.
Hasta hace bien pocas décadas, las personas encontrábamos regulación y sentido en ciertas guías de vida que orientaban nuestro ser y nuestro hacer. Algunas de estas eran: la familia, la religión o el estado.
Una de las grandes dificultades de la gran crisis imperante es que nos ha pillado con los manuales de instrucciones hechos pedazos y esto favorece que, si en época de bonanza ya vivíamos desorientados en un entorno rápido, exigente e hiperestimulado, ahora que vienen mal dadas, la desorientación puede empezar a tornarse en desesperación.
Es por esto, que frente al abismo quiero aportar alguna idea que quizás a alguien le pueda ayudar.
Cavilo sobre el modelo de ser humano que puede vivir con bienestar en este mundo de hoy en día y vengo a descubrir varias características que observo en los pacientes que atiendo cuando su proceso avanza hacia lo que llamaríamos salud o bienestar.
Primero diré que un ser humano con capacidad de vivir es por añadidura alguien que experimenta, escucha y se deja guiar por su cuerpo. Un cuerpo que es brújula y guía de cada una de las decisiones que se van tomando en la vida. Como dice una sabía compañera: Tambor donde resuenan todas las experiencias.
Además de ser consciente de su cuerpo, el ser humano del siglo XXI sabe que las emociones, intensas o leves son torrentes de energía que generan dinámicas inconscientes en nosotros con el único objetivo de salvaguardarnos de la angustia y el dolor y que el único camino para separarse de este torbellino es la consciencia que nos regala una preciosa distancia que nos ayuda a ver y a vernos.
Además de todo esto, este ser humano sustenta su vida en algunas pocas cosas que poco tienen que ver con lo material y que llenan su existencia de auténtico sentido ya que su cuerpo vibra con ellas a cada momento y con cada decisión.
Por último diré que el modelo de persona que trato de mostrar es capaz de ver mas allá de si mismo. Más allá de ese cuerpo que habita y que es tan importante para él y gracias a ello, se da cuenta de que el mundo que habitamos se agota y de que en la manera de consumir de cada uno está la salvación o la condena.
Arturo Lecumberri
Psicólogo en Vitaliza