28/04/2020

Cuando te aíslas en casa y la casa no es segura.

La situación de alarma y preocupación ante covid19 ocupa todo nuestro espacio mental. La alarma y el miedo nos ha llevado a obviar situaciones marginales en las cuales protegernos en casa no es seguro, de hecho, la casa es el último lugar que se elegiría como seguro.
Si, en general, nos cuesta hablar y afrontar el abuso sexual intrafamiliar en la infancia. En este contexto de pandemia aún nos resulta mucho más difícil. Todos queremos evitar ese tema, esa patata caliente que abrasa.

Se ha primado la seguridad sanitaria física global sobre la salud mental y seguridad individual. No cabe duda de que cualquier decisión es difícil, costosa de tomar y el miedo apremia.

Mientras muchas familias se han visto beneficiadas del aislamiento, pueden convivir más y mejor, aunque haya momentos de crisis, en otras familias, sin embargo, el terror y el miedo se mezclan con los cuidados y ambos se producen dentro de la casa. Casa de la cual no se puede salir. Los espacios seguros, clases, amigos se han perdido

Si el abusador convive con el niño o niña se ha perdido cualquier posibilidad de alivio. Esta se ha escapado por el sumidero. No hay escapatoria, la experiencia de falta de protección ha aumentado, se ha elevado exponencialmente. El sistema psicofísico emocional de la victima, por supuesto, encontrara formas, ninguna saludable, de manejar o de hacer como si no estuviera ocurriendo, esa situación.

Ya hace tiempo, que estos menores   aprendieron ha normalizar el abuso.  No podría ser de otra forma, ya que es lo que ocurre en su reducido mundo, bajo la casa que sustentan papá y mamá.  Ahora sin salida, la rendición, la indefensión, la disociación son las únicas vías que les permiten continuar con sus vidas en las casas de los horrores.

El niño, bien porque la otra figura parental no es lo suficientemente sensible, lo suficientemente buena o lo suficientemente fuerte, no tiene a donde recurrir. Cuando las personas que deben cuidar atemorizan abusan de ti, te cosifican al ser utilizado para generarles placer, se produce una dicotomía sin solución que termina con cualquier posibilidad de desarrollar en la infancia un concepto de adecuada autoestima.

Cuando surge la necesidad de consuelo y apego se activa al mismo tiempo el miedo y la huida o la parálisis, de este modo las conductas contradictorias y desorientadas se van asentando a lo largo del desarrollo.

En este contexto de aislamiento, la congelación por miedo se incrementa, por lo que habrá menores en estos momentos que estén pasando desapercibidos mientras sucumben al horror dentro del aislamiento.

Los teléfonos de ayuda y acompañamiento emocional son fundamentales y son los que pueden detectar el grito de ayuda que puedan llegar a emitir algunos menores. Es crucial que este este grito sea oído, que el menor sea atendido y derivado a los servicios oportunos.