Black Mirror. Ladrones en el espejo negro.
Realidad y ficción de vez en cuando se entrecruzan sorprendiéndonos para bien o para mal. Cuando esto sucede, la comparación nos orienta a generar consciencia de que lo que pensábamos que quedaba en el terreno de la fantasía, algo de real lleva consigo.
Comienzo de esta manera esta invitación a la reflexión ya que un buen ejemplo de este entrecruzamiento ha venido los últimos días al carrete de ideas que suele ser mi mente. Se trata de la serie estrenada en 2011 y que lleva por nombre “Black Mirror”. Para los que no la conozcan, mas allá de recomendar alguno de sus capítulos, resumirla en una propuesta que nos lanza a un futuro cercano en el que la tecnología y especialmente las redes sociales han invadido completamente la vida del común de los mortales llegando a generar hiperbólicas desregulaciones en cada uno de los protagonistas que aparecen en ella.
Por poner algunos ejemplos: Un capítulo nos muestra como la sociedad se vuelve hiperclasista entorno a la valoración numérica que cada persona recibe a través de las redes sociales, otro nos muestra cómo con la misma tecnología una madre puede controlar permanentemente toda la vida de su hija teniendo el poder de protegerla de todo lo que pueda generarle perturbación. Un tercero nos enseña cómo la tecnología mediatiza completamente las relaciones íntimas dejándolas completamente carentes de emociones y robotizándolas hasta convertirlas en algo carente de alma. Así se podrían mencionar varios ejemplos mas que no dejan de ser igualmente reveladores.
Lo que tienen en común todos estos capítulos es la completa supremacía de la tecnología y la inmensa dependencia de sus personajes hacia ella. Además, lo que asemeja esta serie con la realidad actual es la permanente mirada de las personas hacia multitud de pantallas que llenan su día a día. Pantallas negras que cuando se encienden secuestran nuestra atención durante un tiempo que “creemos controlar”.
Es este el fenómeno relevante que YA está sucediendo a día de hoy. Los “black mirror” secuestran nuestra atención y nos embotan en un mundo hiperestimulado que nos aleja de las miradas y los rostros de las personas reales. Podría parecer que esto no es de mucha importancia pero dejar de mirarnos entre nosotros en cierta manera hace que poco a poco, podamos estar perdiendo incluso nuestro alma.
Quizás suena catastrófico pero la realidad es que cada vez que no nos miramos, no contactamos, no leemos el rostro del que tenemos en frente, no intuimos sus emociones, no vemos sus intenciones, no vinculamos con él, ni sintonizamos, no resonamos con lo que nos quiere decir ni nos emocionamos con lo que nos quiere transmitir y ¿Qué es el alma mas que la capacidad de vibrar con otro ser humano?
Arturo Lecumberri Martínez