Entre mis cavilaciones, se me ocurre pensar en esa fórmula mágica que a lo largo de la historia el ser humano a tenido a bien llamar felicidad.
Tesoro en extremo anhelado por todos los hombres y mujeres que caminaron y caminan por este mundo y con total seguridad por los que están por venir.
No voy a ser osado, no es mi intención. No conozco la fórmula mágica pero algunas horas de terapia y algunas de formación me hacen estar en posición de intuir humildemente algunas claves que pasó a comentar.
Veo un trocito de la felicidad en la consciencia. La capacidad de salirse del torrente emocional y ver tu estado con cierta perspectiva. Darse cuenta de las propias inercias y aceptarlas con compasión y corazón.
Colocaría otro trocito en la regulación. El conocimiento de las actividades, personas y experiencias que consiguen devolverte a tu centro, a tu estado de bienestar y calma atenta.
Por último hablaría de sentido. Me refiero a esas actividades, personas, momentos, experiencias que hacen que algunas piezas de tu puzzle encajen y que te proporcionan la sensación de que venir a caminar está vida mereció la pena.
Cómo he dicho más arriba, no es mi intención proporcionar una receta maravillosa, la felicidad es tan subjetiva que cualquier intento de sugerir a otra persona como hallarla me parece del todo ridículo, pero los elementos de los que hablo son constantes en todas las personas que tengo el privilegio de acompañar con mi labor y creo que pueden aportar algo de luz a este estilo de vida de trampas y desconexión al que nos hemos subido.